Esta fotografía es de diciembre de 1960, mi
querida madre, Sra. Agustina Gutiérrez Larios
"Doña Tina" y un servidor, Rodolfo Barrios
Gutiérrez "Ruddy", en la imágen al fondo ésta
la Cooperativa Única Regional, a su izquierda
la laguna, y a la derecha
el Restaurante
"El Pescador", pueden apreciar un angosto
pero largo puente
que unía el muelle con
"El Pescador".
El Pescador III
Rodolfo, Gabriel y Ruddy siguieron su camino rumbo al estero pasando cerca de un lugar enigmático en la laguna.
-¡Mira ahí esta la Cruz de Piedra!- gritó Rudy al ver el monolito.
– Se cuentan relatos increíbles de este lugar. _ comentó Gabriel _ La Cruz de Piedra es una roca arenisca que sobresale del suelo y tiene la forma de un gran triángulo, en cuyo lado que da frente a la laguna se aprecia una cruz grabada por la erosión; cinco metros atrás de ella se encuentra un barranco, en el que se pueden ver las huellas de múltiples excavaciones. Se cuenta que toda persona que se acerca a ella y compara su altura con la cruz no la alcanzan, mucho menos la sobrepasan. Sin importar la estatura de la persona la diferencia entre ésta y la Cruz de Piedra es siempre constante.
- Cuando la visitamos todos nos medimos y a todos nos falta la misma distancia para alcanzar la altura de la Cruz de Piedra - comentó Rudy.
- Si, eso siempre pasa, toda aquella persona que compara su altura con la Cruz de Piedra, le falta la misma medida para alcanzarla. Ya trajeron a los más altos del pueblo y no le han podido llegar a su altura; en más de una ocasión han traído a Pepito el "Terrestre" y le faltó lo mismo que a cualquier persona de estatura promedio para alcanzarla.- le comentó Gabriel.
- Pepito el "Terrestre" es un gigante el debe sobrepasar por más de un metro la Cruz da Piedra. Yo no le llego ni a la rodilla, lo ví en Tampico cuando íbamos a la Librería Janitzio y al pasar por el Cine Variedades ví cuando salió del Café Mundo y caminó delante de nosotros; la gente al verlo se hacía a un lado cediéndole el paso a la vez que volteaban hacia arriba para verlo.
-Si, es un gigante, pero ni con su altura logró sobrepasar la Cruz de Piedra- Gabriel continuó- Dicen que por aquí está uno de los tesoros que escondieron los piratas y que la Cruz de Piedra es una referencia para encontrarlo; también escuché decir a Don Manuel, el eléctrico que tiene su taller a un lado del taller mecánico de el "Tilico", que frente a la Cruz de Piedra a unos doscientos metros de distancia del barranco, se hundió un barco pirata y su cargamento de oro y piedras preciosas quedó en el fondo de la laguna.
- Yo tengo un visor podemos meternos y buscar el barco, - comentó Rudy.
- Don Manuel nos quiso traer, pero papá se molestó comentándole que si es cierto lo que investigó, debe de tomar en cuenta que el oro pesa y se hunde en el lecho fangoso de la laguna y no lo podría encontrar.
- ¿Entonces no lo podemos encontrar?
- No, pero es probable que en algún otro lugar de la laguna el pirata Malagana o algún otro pirata haya escondido sus tesoros y algún día alguien los encontrará.
Siguieron en su plática tan concentrados que a Ruddy se le olvidó pedirle a su padre que le permitiera guiar el bote.
Faltando cincuenta metros para llegar al estero, Rodolfo detiene y levanta el motor fuera de borda, al momento que se dirige a la proa del bote, hablando emocionado, Gabriel y Ruddy no sabían a quien se dirigía.
_ ¡ Así te quería ver, de esta si no te escapas ! ¡ hace tiempo que esperaba esta oportunidad, y hoy no te podrás escapar !
Tomó el canalete y se dirigió directo a Gabriel, que espantado no salía de su asombro, Ruddy por su parte estaba a punto de pegar un grito.
-Toma vete a la popa y rema, tú ya sabes cómo, te guiaré desde la proa- le dijo Rodolfo a Gabriel con mucha más calma pero sin poder esconder su euforia. Gabriel y Rudy por fin comprendieron que había sentido la presencia de un futuro pescado que en ese momento, para su fortuna se les atravesó en el camino.
Sacó de un viejo costal una atarraya de unas cuatro brazadas de largo, sin alces que le permitieran embolsar a una presa, era una atarraya de malla grande y elaborada con hilo de seda, especial para los robalos.
Se paró en la proa con las piernas ligeramente abiertas como semejando a un pistolero del oeste, tenía la cualidad de ver en que lugar se encontraban los peces. Los que lo veían lo admiraban y los que no, lo creían loco. No eran pocas las ocasiones en que su cuñado Pánfilo le había dicho que cuando hablaba de pesca lo hacía como si tuviera amarrados a los peces.
La soga de la red se la amarró en la muñeca izquierda, en la misma mano tomó parte de la atarraya dejando solo los plomos y un extremo que le llegaba a la altura del muslo. Mientras tanto Gabriel seguía remando con lentitud y sin hacer ningún ruido, sabían que cualquier golpe del canalete con el bote los delataría, dejándolos al descubierto, tenían que ser muy cuidadosos. Todos callaban en ese momento; Gabriel, el bote, el canalete, la atarraya y Rodolfo eran un sólo ser en ese momento, Gabriel llevaba el bote solo con ver los movimientos de Rodolfo, lo dirigía al lugar preciso como adivinando sus pensamientos, sin lugar a dudas en ese momento se percibía una conexión en la naturaleza, respiraron profundo. Rodolfo giró hacia la izquierda tomando impulso para arrojar la atarraya, fue un tiro perfecto, el que aún sin verlo se imaginaban y esperaban.
La atarraya poco a poco bajó en el agua y mientras se hundía, la cuerda que la sujetaba se movía frenéticamente, de pronto saltó un gran pez rompiendo parte de la atarraya; otros dos saltaron, logrando escapar, gracias a que por su tamaño no podían ser atrapados por la malla. Rodolfo siguió luchando mientras Gabriel remaba, logrando subir a bordo dos ejemplares que en conjunto llegaron a los 12 kilos. Una vez en el bote, los cubrió con una estiba para evitar que saltaran.
- ¿No va a tirar otro atarrayaso? — preguntó Gabriel.
- No, con uno basta, seguiremos, ya estamos entrando al estero de Tamacuil - contestó Rodolfo pensando en el gran orgullo que sentía por sus hijos mientras continuaban con su labor.
Rodolfo Barrios Gutiérrez "Ruddy"