viernes, 3 de marzo de 2017

EL DUKE DE PUEBLO VIEJO

Aquí nació el Duke de Pueblo Viejo
Fotografía de Rodolfo Barrios Gutiérrez



    El Duke de Pueblo Viejo 


           Yo también nací en Pueblo Viejo, si así es, yo también nací en Pueblo Viejo, Diamante de la Huasteca, en una familia llena de amor, sin embargo me regalaron a muy corta edad. Pasé por la escuela y no precisamente que haya entrado a estudiar, sino que durante mis recorridos diarios que daba por el pueblo, caminaba por la plaza principal y frente a ella se encontraba, grande e imponente nuestra escuela.


          Desde que estuve en el vientre de mi madre siempre escuché palabras de cariño. Cuando llegó el día de mi nacimiento todos en la familia me visitaron y decían, es igualito a su padre. No entendía en que me lo verían si yo era solo una bolita de carne.


           En casa todos me querían tener entre sus brazos, especialmente me cargaba una pareja que llegaba de visita a diario, jugaban mucho conmigo, esto era más común cuando no estaba en presencia de mi madre. Las visitas se hicieron más frecuentes hasta que un día que mamá salió de casa me llevaron con ellos, arrancándome de mi hogar, de mi familia y de mi madre con quien me sentía tan protegido. Recuerdo claramente esa primera noche que pasé lejos de ellos, me sentía inmensamente solo a pesar del cariño de mi familia adoptiva. Por más que lloré nadie pareció escuchar mis súplicas ni mi llanto.


             Llegué a mi nueva casa donde todo lo tenían preparado, mi pequeña cama, toda una casa para mí solo, el amor de mi nueva familia y sin embargo extrañaba mucho a mi verdadera familia. 


           De ahí en adelante todo se hizo monótono, lo mejor es que diario me llevaban a ver a mi mamá. Al principio me cargaban, después me dejaron caminar y poco a poco me aprendí el camino a casa, sin embargo nunca me dejaban ir solo. Una tarde sin que se dieran cuenta me salí sigiloso y escape de mi familia adoptiva . Por primera vez sentí la libertad y me gustó, todo el parque era mío para pasear por donde quisiera, sin embargo tenía en mente algo muy importante, regresar con mi verdadera familia, la que me vió nacer. Caminé lento pero con pasos firmes, observando todo, hasta que llegué con mi familia. La que me vió nacer, la que me cuidó de pequeño. Al verme todos exclamaron ¡ mira es el Duke, ya sabe llegar solo a casa y sin problema !. Me cargaron, después de jugar un rato comí, en un descuido corriendo de regreso al parque dí unas vueltas y regresé a mi casa adoptiva donde también me recibieron con alegría y comida. Que bueno es tener gente que te quiere en todas partes. Así fuí de cachorrito y seguí siendo el Duke de Pueblo Viejo al llegar a mi madurez , con todo el pueblo para vivir y dos casas donde nunca se me negó el amor y la comida.

           Yo me dejaba querer y un día de esos, cuando ya mis dos familias se dieron cuenta de mi vida de libertad y la aceptaron, llegó a mí otra familia que me dió su amor y me llevó a su casa. Pasé unos días ahí, con el tiempo volví a las andandas. Ahora en mi pueblo, tres familias, tres casas, mi corazón de aventurero, de indomable de mi carácter, de pata de perro y de aquí para allá en todo momento. Todos al verme recorrer las calles de nuestro pueblo decían : mira ahí va el Duke, es el perro de Marichuy; otros decían es de Lilia y otros más decían que Claudia era mi dueña. Lo que no sabían es que fui de todos ellos y también amé mi libertad.

          Si, tuve muchos amores y como dice la canción de " El Aventurero " me gustaban las altas, las chaparritas, las gordas, las flacas, las chiquitas y las chatas de cara bonita, el pueblo me importaba poco cuando me gustaba una. Mi tamaño pequeño no fue impedimento para enamorar a una hermosa y esbelta pastor alemán, perteneciente a una familia de alcurnia del pueblo, que vivía en la casa del " Pajarito " . En esos momentos de romance en el que las rejas no son limitantes, su dueño nos pescó infraganti, me tiró un balde de agua fría, me siguió hasta donde pudo pero no me alcanzó. Escondido bajo la mesa del bar " El Moravia ", pude escuchar a un hombre tartamudo preguntar ¿ de quién es ese perro pequeño que se cruzó con mi pastor alemán ?. Todos rieron a carcajadas, diciendo que se repitió la historia de amor de una prominente dama de nuestro pueblo en la que las rejas de su balcón no fueron impedimento para la realización de su amor. Ahora la historia de amor fue entre el Duke y una pastór alemán a través de una cerca de malla ciclónica. El dueño del bar quedó encantado con mi hazaña por lo que a partir de ese momento al pasar por ahí me regalaba un buen trozo de filete, contándoles a todos los clientes el memorable evento; que tiempos aquellos, que recuerdos tan hermosos y que vida llevé, muy querido y odiado a la vez. Sin olvidar aquella tarde que intentaron envenenarme, gracias a que Gabriel en un momento en que las convulsiones se encontraban presentes, causadas por el veneno me dió a tragar una moneda de cobre con la que, según él, cotrarrestaría el veneno; así fue, me salvó la vida, seguí en mis andanzas. 

          Una noche llegué a mi primer hogar, donde nací, rasqué la puerta, no me abrieron, solo escuché que comentaron " es el Duke, ya es muy tarde no lo dejes pasar que duerma en la calle ". Por la mañana un pecador se me acercó, traté de alejarlo de mi con ladridos, sin embargo no se retiró, me sorprendió con un certero garrotazo en mi cabeza y quedé inerte.


          En la mañana amaneció el Duke inerte en la calle Rivera. Cuando su familia se dió cuenta, lo recogieron y mientras cavaban el hoyo que sería su última morada, pasó la carreta de la basura, lo subió, llevándoselo a su último paseo por el pueblo que lo vió nacer con rumbo al basurero municipal. Cuando su familia se dió cuenta la carreta se alejaba, solo les quedó un vacío en su corazón.

                                    Rodolfo Barrios Gutiérrez "Ruddy"


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